lunes, 6 de mayo de 2013

Una historia enlagunada

LA LAGUNA TERREROS EN CAZUCA


Por: Mandiguagua Oshun
Cazuca, Soacha

Antes, muchas décadas atrás, todo eso era una montaña verde, que rodeaba la sabana de Bogotá. Pero ya vez, la guerra no es solo de ellos, también fue de aquellas familias que les toco correr por todo este territorio de olvidos y pausas, para comenzar otra vez. Y así fue como aquellas montañas que se ven llenitas de casas ahora, se fueron cubriendo de ladrillos y de carpas, y de todo tipo de materiales que ayudaran a espantar el frio. Pero fíjate que no solo era el frio de la ciudad, de la altura, era el frio de la indiferencia de una capital que se poblaba poco a poco y que no estaba preparada para albergar en su lecho a aquellos rostros nuevos que soñaban con regresar a sus propias montañas.

Supongo también, que esa laguna que ahora la llaman Terreros, si, esa que se encuentra en la montaña que te contaba,  algún día debió tener especies y ser cristalina, oler a agua, como en aquellos paseos cuando buscábamos subir rio arriba hasta encontrar ese olor, el olor al monte, a las piedras y a los peces.  La historia de esa laguna es como de mito, ya sabes, como se puede exigir respeto por la naturaleza, si la misma vida de ellos y ellas jamás se aleja de la sobrevivencia, el ambientalismo aquí no aplica, y mucho menos si de por medio esta la violencia que se vino como sombra persiguiéndoles hasta allí arriba. 

Algunos hablan de más de cien personas arrojadas sin vida, o con poca de esta, a aquella laguna, era la forma más fácil de esconder tanto muerto. Mataban porque hablaste y porque callaste, fueron épocas difíciles, eso no implica que las de ahora no lo sean, solo que diferentes, las generaciones cambian y ahora los violentos son los niños y niñas que ayer fueron violentados. No paso mucho tiempo, dicen algunos, para que la laguna se secara, la muerte de esa manera no produce vida, no se regenera, no se sintetiza. Solo quedo la humedad constante, el barro y las aguas negras que se
deslizan desde los otros barrios. 

Era la laguna podrida, pero cuya historia callaban, en un país de miedo y de tortura, el silencio es la regla y el aguante la ley. Pero imagínese usted, hace menos de dos meses, volvieron a llegar familias a la zona de la laguna ¿Se acuerda usted como son las colonizaciones de barrios? Si así, con carpas trajinadas, cargadas por personas de todos los tamaños y edades, corrían hacia la laguna, donde pensaban ubicar su nuevo hogar, fueron más de cien familias, era su segundo intento de mantenerse allí. El sonido de las pisadas sobre los charcos se ocultaban con los llantos de algunos bebes, que no
paraban de llorar por el frio. 

Pero eso sí, a primera hora ellos llegaban, esas personas que nunca llegan cuando desde los barrios los llamaban, pero siempre están dispuestos a acudir si de desalojos y represiones se tratan. Los policías rodearon la laguna, el barrio estaba caliente, como se dice popularmente. Los van a sacar, decían algunas personas. Esta vez no nos dejaremos sacar, gritaba un pelado que no pasaba de los 13 años. La tensión se rompería ante el primer enfrentamiento, pero nadie se movía. Igual ya nada tenían
que perder, para perder hay que tener algo ganado, y en ese caso lo único ganado es el derecho a morir, que es el único que se respeta.

No pasaron sino unas cuantas horas de acecho e intimidación. La noche se acercaba y las otras familias del barrio en sus casas se resguardaban. Nadie explica bien como paso, se escucharon gritos y el sonido de los gases al ser lanzados. Unas cuantas horas de forcejeo y la laguna, que ya no lo era, volvió a quedar como estaba, con un poco más de mugre y el olor de los gases revuelto con los otros olores.

Volveremos, dijeron, yo les creo, igual no tienen a donde más ir.